viernes, 13 de marzo de 2015

AYAHUASCA






Segundo viaje de ayahuasca

A principios de Enero del 2015 todo a mi alrededor comenzó a desmoronarse de alguna forma.
Estaba sin hogar, había perdido mi centro, viajaba cual caracol.
Me costaba mantener los hábitos de yoga y meditación que antes había adquirido.
Las menstruaciones súbitamente comenzaron a ser violentas.
La prolactina se me había vuelto a disparar, el tumor se estaba haciendo sentir con fuerza, y con él retornó la medicación.
Los controles ginecológicos daban resultados negativos por segunda vez.
El carnet de salud trajo una advertencia de colesterol y creatinina en sangre.
En la pareja tampoco me estaba yendo bien.
Mis padres un tanto alertas frente a mis decisiones.

¿Qué pasaba que yo me seguía manteniendo tranquila, que confiaba en que todo estaba bien, pero todo alrededor me decía lo contrario?

Comencé a desconfiar, a sentir la necesidad de que algo me fuera mostrado, a dudar entre  “estoy tranquila, caos en calma, y esto es parte de la vida también” y … “evidentemente estoy tan mal que no puedo ver que hay trancas en mí , que esto me viene a mostrar algo”

En el momento justo, Fernando anuncia la llegada de la abuelita Ascencia, chaman de Perú. Mi primera toma de ayahuasca había sido en el 2013 con su marido; había quedado avisada de que la abuelita tenía una energía aún más intensa.

El respeto por la planta seguía presente en mí, con la misma intensidad que la primera vez.
En aquella oportunidad mis propósitos habían sido más amorosos. Esta vez necesitaba ver si había algo que me estaba trancando y permanecía oculto para mí.
Me preparé en los días previos con meditaciones apuntadas a este propósito, mantuve conversaciones con la planta incluso antes de que llegara físicamente a mi cuerpo.

Así, al realizar la primera toma me centré en este propósito, y le pedí a la planta que amorosamente me mostrara el camino.
Comencé el viaje sintiendo una energía que dejaba mi cuerpo pegado a la tierra, sin fuerzas; sin embargo me daba cuenta que la sensación era de calma, que mi ser más auténtico estaba feliz y en paz. Los aprendizajes de la meditación se repetían ahora en forma de pensamientos… “Podemos estar enfermos físicamente, pero nuestro ser más profundo siempre va a estar saludable, apelemos a esta sabiduría cuando nuestro cuerpo físico se sienta débil, proporcionémosle cuidados, hagámosle un lugar, y acariciémoslo como a un niño”. Con estos pensamientos la energía de calma, confianza y alegría se hacía más presente.
Podía ver el cielo, las estrellas, y al árbol con una claridad tan profunda que me emocionaba.

Luego de transcurrido un tiempo en este viaje, decidí realizar la segunda toma.
Los ícaros empezaron a sonar con más fuerza en mi interior; la planta me traía visiones.
Me enrollé como un bichito de la humedad, me sentí un gato extraño. Podía ver las manos de gato, mis movimientos eran felinos. Pero era un gato que no me agradaba, sin poder describir la sensación, estimo decir que este gato era “raro”. Rápidamente me empecé a ver y sentir como una cucaracha, podía ver las patas, sentir el cuerpo como tal, era desagradable, pero mirarlo me proporcionaba calma. Era una sensación extraña… ¿cómo podía sentir tanta tranquilidad viendo algo desagradable? Luego de la cucaracha, vino la araña, animal que en la vida diaria me provoca fobia, y como ellas, irracionales, tengo reacciones corporales que no puedo dominar. Pues a esta araña la miraba, veía y sentía sus movimientos en mí, incluso en un momento me toqué la boca y saqué un hilo de baba que se hacía presente como telaraña.
Los colores intensos que había visto en el viaje anterior no se hacían presentes, todo era oscuro; marrón, negro, gris. Continué siendo una babosa, enrollada, pegajosa. Todo venía siendo desagradable pero la sensación de bienestar siempre estuvo presente, lo repito porque hasta a mí me resultaba asombroso.

En un momento mi cuerpo se incorpora, queda de rodillas y se enrolla, pero esta vez con la frente pegada al suelo. Allí comenzó la fiesta de colores y la serpiente endragonada que podía ver ahora en mí, se contoneaba con fuerza. Coletazos, serpenteo violento, veía sus colores con claridad, verdes, rojos, fucsias, amarillos, azules. La boca comenzó a llenarse de baba anunciando deseos de vomitar, sentía la panza dura, algo pesado que necesitaba salir, pero no podía. Le pedí a la planta que me ayudara, que quería sacar todo aquello… y así llegaron los vómitos intensos y llenos de alivio. Los ícaros hacían que la serpiente se moviera cada vez más intensamente, más vómitos.

Hasta que una mano comenzó a acariciarme la espalda, la sensación era de un domador de serpientes. La mía comenzó a aquietarse, mi cabeza se debatía entre dejar ser amansada, y querer continuar serpenteando con fuerza. Luego de un tiempo de dejarme tocar, aun sin consentimiento racional, me tiré a un lado y le susurré a la persona… “estoy bien”, se retiró y a eso siguió una cúpula sinfónica de formas y colores. Bailaban al compás de los ícaros, serpientes, zorros, gatos, estrellas… y cuando repentinamente el ícaro dejaba de sonar ésta sinfonía comenzaba a derretirse, como si echaran un balde de agua en un lienzo y la pintura se fuera cayendo del marco dejando espacios de vacío lleno de negro. Cuando el ícaro volvía a sonar todas las formas y colores volvían al marco y seguían danzando.

Así estuve, disfrutando de la sinfonía por largo rato, hasta que la ceremonia comenzaba a llegar a su fin. Ya casi todos habían pasado al frente de la chaman para recibir las curaciones emocionales y espirituales. Fui la última; liviana, en paz, y feliz pasé al frente. Recibí más amor y sabiduría, y me fui a acostar tranquila al pasto. El descanso fue corto, y profundo…    

El entendimiento racional se fue dando durante el proceso, hoy lo puedo resumir diciendo…
Muchas veces nos sentimos como bichos desagradable, muchas veces somos bichos desagradables, muchas veces la tristeza nos inunda, muchas veces el cuerpo sufre síntomas; lo único que hay que hacer es mirarlo y aceptarlo. Esto también es parte de nosotros, pero mientras le demos un lugar, la calma llega sola. Y con ella, nuestro ser más sabio envía energía positiva al resto de las partes heridas.

No nos cuesta nada hacerlo, hay que tomarse el tiempo para mirar y aceptar sin juicio. Sucede. Eso va a estar de cualquier manera, aunque no lo deseemos o lo evitemos. Las cosas que no podemos “ver” son las que más fantasía y miedos generan. Mirar es la elección, el sufrimiento que trae es grande, pero la calma que conlleva es inmensamente mayor.  


Decido desnudar esta parte de mí, para compartir el viaje, ya que entiendo que este aprendizaje no es solo para mí. A quien desee tomarlo, aquí está… justo para ser tomado!

Mi formación

Nací en la ciudad de Montevideo el 30 de Marzo del  año 1985.

A pocos días de mi llegada mis padres me llevaron a casa, “La Chacra”, a 7km de la ciudad de Durazno. Crecí rodeada de verde, animales y juegos al aire libre. Entiendo que esto fue  de suma importancia para mí, sembrando el gusto, respeto y necesidad por el contacto y la sabiduría que encuentro en la naturaleza, día a día.

A los 16 años me mudé a Montevideo para continuar mis estudios; luego de culminado el bachillerato comencé la carrera de Medicina, la cual abandoné antes de terminar el primer año. A esto le sucedió una fuerte crisis vocacional, y a raíz de una charla con mi padre, decido comenzar estudios en Educación Inicial y Psicología. La segunda con menos convicción que la primera, más por un sentimiento de no decepcionar a mis padres en obtener un título Universitario.

En el 2005 comencé a trabajar con preescolares y sus familias, recibiéndome de Técnica en Educación Inicial al siguiente año. No fue hasta el tercer año de la carrera en Psicología que le tomé el gusto a la misma y me percaté de que realmente era mi vocación trabajar con las personas, sus emociones, alegrías y tristezas; sus hábitos saludables y otros no tanto; sus pensamientos, vínculos, y el ser complejo que es el humano en su totalidad.

Me recibí de Licenciada en Psicología en el año 2012, sin embargo las inquietudes más allá de lo que la Universidad me podía brindar comenzaron anteriormente. La vida me puso en el camino de las Constelaciones Familiares (herramienta terapéutica desarrollada por Bert Hellinger) y a comienzos del 2012 decido comenzar la formación en el Centro Bert Hellinger Uruguay. A partir de allí, e incluso un tiempo antes, casi como una preparación para lo que iba a acontecer, mi vida ha sido una catarata de aprendizajes y autoconocimiento. 

A fines del año 2012 comencé a dirigir talleres de Constelaciones Familiares, y en el 2014 llevé a cabo talleres de Meditación.

La experiencia propia de transformación gracias a las Constelaciones Familiares, a Bert Hellinger por su aporte, a Carlos Bernués director del Centro Hellinger Uruguay, y a quien considero uno de mis mayores maestros; así como también a Mike Boxhall quien me inició en el camino de la meditación y la presencia en quietud; es que utilizo éstos como mis mayores herramientas en la consulta, así como en mi propia vida.


Trabajé durante 8 años en la Educación formal, la cual dejé (al menos por el momento) a fines del 2012. En ese mismo momento me recibí de Licenciada en Psicología e inmediatamente comencé mi trabajo como terapeuta, con el cual me siento sumamente a gusto. 

En Marzo del 2014 comencé la formación en Hipnosis y Regresión (Metodología Pleoma) en Lotus, la cual finaliza en Marzo del 2016. Por otro lado, las Constelaciones Familiares y el estudio autodidacta me llevaron a interesarme por la Guestalt, formación que comenzaré en Mayo de 2015 en el Centro Bert Hellinger Uruguay.