viernes, 1 de noviembre de 2013

Fue claro...

Hacía un rato que me encontraba percutiendo en mi rodilla al compás de la música.

Mi cuerpo se sentía relajado, gozado.

Pero fue claro que en el instante en que mi razón se percató de que mi ritmo estaba siendo armonioso, se perdió la magia.

Así como cuando vas pancha por la calle caminando y pasa un flaco y te dice... "Ay mamita como te chuparía todas las tetas"; o cuando a un hombre (o a una mujer) le agarra el traca-traca de prime y parece un perro abotonado!

Así se perdió, o parecido a eso.

Intenté volver a plegarme al ritmo, pero mi cabeza hacía rato que estaba intentando controlarlo.
No iba a volver a ser posible hasta que no soltara la idea de poder hacerlo, o de cómo hacerlo.


1 comentario: